Pensamientos y frases sobre el egoismo en imágenes

Actualizado 19 junio, 2018

El ser humano es curioso en algunos aspectos: anuncia qué es malo, lo reconoce, lo cencusa cuando lo vislumbra en existencias ajenas y, sin embargo, no puede escapar a semejantes sentimientos ¿Por qu{e semejante duplicidad? ¿Somos falsarios por naturaleza? En rigor de verdad, parecería que entre el dicho y el hecho hay un enorme trecho, ergo, a veces las situaciones nos empujan a estados anímicos poco agradables. Pensemos en el egoismo, tan fuera de nuestro control por momentos, con fundamentos en ocasiones y otra veces sumamente injustos. Aquí te proponemos cavilar sobre tal tópico, por eso te mostramos pensamientos y frases sobre el egoísmo en imágenes.

Imágenes con frases sobre egoísmo

El egoísmo es una realidad sumamente compleja, de ahí que las siguientes imágenes esbocen rasgos positivos y rasgos negativos ¿Cómo darse cuenta de cada cosa? ¿Existe alguna especie de medición para comprender el momento que superamos la medida? No, o en todo caso vamos aprendiendo con los golpes, las frustraciones  caídas. También eso es vivir.

 

El egoísmo malo es poner en cada situación al yo propio por encima de los demás. Sí, donde no existe empatía, abnegación y solo una voluntad de imposición porque así lo queremos. El egoísta es una especie de niño que no ha comprendido que el mundo no sigue sus designios mágicos.

Es afán acaparador, voluntad de poder, dominio de todo, necesidad de corresponder con la totalidad y de tener, por lo general, más de lo que necesitamos. Una sola realidad nos puede dar a entender que esta clase de egoísmo domina: el mundo está lleno de pobres y subyugados ¿Cómo se permite eso? No tengamos mala fe; admitamos nuestra mala cuota de este sentimiento que se puede convertir en ponzoña.

Pero el egoísmo a veces es necesario, aunque parezca chocante si hace poco lo estábamos ninguneando. Es alguien egoísta que se quiere, que piensa en sí mismo sobre todo cuando ha aprendido que cavilar siempre en los demás puede tener sus consecuencias. El egoísmo, por lo tanto, posee algo de estratégico: hay que saber en definitiva como utilizar las dosis del mismo y no superar la justa medida.

El amor es terreno fértil para el egoísmo, aunque el puritanismo lo demuestre y construya tan alejado de esos terruños. No, en rigor de verdad amamos porque alguien nos hace bien, da un salto de calidad en la vida propia, así como nos alejamos si nos dañan. Asimismo, existe la vertiente negativa: pensar que el otro ocupa simple espacio, que es indispensable por momentos y supernumerario es es de un egoísmo atroz.

La tristeza sempiterna se puede volver una forma de egoísmo ¿Acaso el otro, tus seres cercanos, no batallan lides similares? ¿Es que la tuya es más importante por el solo hecho de ser parte de tu vida? Es un egoísmo lóbrego caer en esos pensamientos, pero recurrentemente lo hacemos. La cuestión es percibirlos (acto para nada fácil) y bregar contra ellos, siempre superándolos, buscando ser mejores personas.

Una buena imagen del egoísmo: el mundo sigue nuestros designios, cada ser supeditado a nosotros es un remedo de lo que queríamos que fuera ¿Qué encontramos? Un enorme sueño hecho de realidad: el deseo es factible, pero al precio de anular individualidades, anhelos ajenos que tal vez seguirían otros senderos. No, saquémonos por el amor de Dios ese atuendo de Pater Familias.

Las amistades también sirven para medir egoísmos ¿El amigo renombrado nunca está? ¿Solo pide colaboraciones, ayuda porque justamente las necesita? Bueno: eso realmente no es amistad, sino simple interés. El egoísta, en ese sentido, está tan sumido en sus actitudes que es difícil que las comprenda y que pueda, por ende, desprenderse de ellas.

Amarse a uno mismo es pundonor y en un mundo del interés y la competencia es lo mejor que podemos hacer ¿Cuál es el resultado contrario? Un buen cúmulo de seres aprovechándose de uno, sacando nuestra alma como usufructo. No, eso se debe terminar. Aspiramos a un mundo mejor, naturalmente, pero mientras tanto debemos querernos.

El egoísmo es exigirle al otro, es sentirse que uno es la medida de las cosas. No hay nada más errado que eso: ¿por qué sería yo la medida de todas las cosas? ¿Qué o quién me da esa preeminencia? En rigor de verdad, si cavilamos nos damos cuenta que esa elevación solo existe por egoísmo y nada más. Sí, nos habitamos y pensamos que el mundo se arrodilla ante nuestros pies.

Hay una tendencia a pensarse el centro del mundo: nos habitamos, somos soberanos de nuestro mundo, ya que la totalidad que percibimos se sostiene porque existimos. Bueno: en rigor de verdad hay que reconocer que existen sinnúmeros de mundos porque hay otras personas. Al egoísta le cuesta ese paso primordial.

Si tuviéramos que graficar a un egoísta, diríamos que es la persona que ante un naufragio se salva a ella misma, dejando de lado cualquier cosa por hacerse de un salvavidas y huir. Sí, son seres en los que principia y termina su cuerpo, su existencia, ya que ellos miran y también son el horizonte que vislumbra. Se creen mónadas cerradas, aunque claro está eso es una mentira.

¿Qué se puede hacer ante una persona egoísta? Responderle con la misma medicina, pero de una forma medida. El pundonor, el quererse a uno mismo, el decir basta a una solidaridad abusiva son preciosos antídotos. Al egoísta hay que decirle algo ostensible, que sin embargo no comprende: el mundo no se rige por tus designios.

 

Y el amor, mientras tanto, debe ser un hermoso juego de negociación. Y que ese vocabulario un tanto empresarial no se entienda mal: hablamos simplemente en que a veces uno cede y otras la contraparte, todo con placer porque en definitiva el amor se retroaliementa de hacerse bien mutuamente. Cuando fluyen los egoísmos la cosa se torna difícil.

Y quizás el egoísmo del mundo se deba al egoísmo del sistema, uno que te anuncia que lo primero y lo último siempre será tu persona y el resto es un medio, un apéndice, una suerte de accesorio que a veces, solo a veces, podemos mirar.

El egoísmo abusivo es una incoherencia humana. De hecho, a ojos del abnegado o el más o menos solidario, encontramos un ser absolutamente perdido, un hueco en la totalidad que puede traer grandes problemas. Sí, no se comprende esa suerte de desprendimiento negativo, de pedir pero a la hora de dar mirar de soslayo. Una ética poco cristiana y poco humanista lo sostiene.

El ego siempre está presente, porque somos un yo, un intento de unidad, un punto fijo de referencia. La cuestión, justamente, es no abrumar al resto con esas coordenadas. Sí, lo repetimos: tenemos que ser sabios en la justa medida de estas cuestiones.

Pero tal vez el egoísta sufra: sabe que no puede dar lo que recibe y no hay nada más triste que eso. Se reconoce en una fortuna que depende del otro, por más que viva en el sueño de una autonomía que en rigor de verdad nunca existió ni existirá.

Y el mundo es tan loco, tan precario y la vida tan breve, que hasta los egoísmos malos parece que carecieran de fundamentos. Sí, lo efímero vuelve baladí casi todo.

La incomprensión, naturalmente, es una forma de egoísmo. Habla de la incapacidad de emplazarse en los zapatos ajenos.