Actualizado 19 junio, 2018
Vivimos en un mundo de palabras. Algunas fluyen como el agua; otras se materializan en superficies, letreros, libros, camisetas y vaya saber cuántas cosas más. Las hay para nosotros indiferentes, esas que poco importan porque no suman en nuestra vida ni siquiera por interés; pero también existen las que quedan grabadas en el alma, las que no se van nunca más porque enseñan, curan, instruyen o simplemente nos generan un regocijo inexplicable. Aquí te dejamos muchas de ellas: imágenes chidas con frases para celular bonitas.
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Algo agrada por simpatía, por enseñanza, por diversión, por su forma, aunque sean letras. Una mezcla de percepción, sentimiento y fenómeno. Algo así. Las palabras también, porque son herramientas que podemos esgrimir en cualquier momento; además de oasis para el intelecto y epitafios que toman vida ante cada pensamiento.
Y la variedad agrada, además de tranquiliza. Hay tanto y como así es disfrutamos, nos regodeamos, aprendemos. Seres de palabras, hechos con palabras.
Acaso, querido lector, piensas que la materia que tocas en un sí bruto, la X ineluctable. No, todo está mediado por el lenguaje, para bien o para mal. Construimos un mundo con los vocablos de toda clase, con lenguajes de todo tipo, más allá de cualquier rigorismo matemático.
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Y aprender con palabras o emocionarse es buscar la felicidad. Estamos llenos de sucedáneos de este tipo. Porque la vida es un eudemonismo. Y si bien no existen ya escuelas filosóficas como auténticas sectas que buscan la felicidad; nosotros no dejamos de lado semejante ideal.
Aprender además nos refresca. Imagínese ser iguales, tener las mismas ideas y respuestas. Eso es de autómatas o de una vida vegetativa. El espíritu humano tiene que ser crítico, negados, casi un Mefistófeles encarnado.
Aprender es como abrir un ventanal en ese sitio absolutamente viciado, impuro, gris. Algo distinto eclosiona y eso alegra.
¿Es que seremos animales del desafío? ¿Seres que necesitan ir más allá de lo dado, de lo inmediato? Puede ser y qué bien nos viene ser así.
Y aunque sea incordioso, molesto o difícil engullir algo nuevo, no viene nada mal. Necesitamos velocidad en nuestro intelecto. modificación, esas ganas que se siente como escozor para incorporar lo flamante.
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La vida merece ser vivida. Es una frase de cabecera, que repetimos porque creamos una analogía entre vivir y ser felices. Nada de valle de lágrimas, entonces. Sí goce, felicidad, risas y todo lo que nos agrade. La realidad debe ser una arcilla muy dócil para que siga nuestras apetencias. Es casi una premisa del iluminismo.
Pero también aprendamos para comunicar, comulgar, compartir. No tenemos que ser máquinas que solo incorporan, sino excelentes educadores. Porque en la vida no se puede dirimir quién sabe más; además que los pensamientos tendrían que ser universales.
Aprender, reír, gozar. Nada de alegría de bestias, de una vuelta imposible hacia un pasado sangriento y sin normas. Simplemente buscar lo mejor para uno, porque hasta el momento la vida es esto, que se nos escurre sin cesar como arena entre los dedos.
Así que planteamos el nuevo imperativo categórico: que todos los fines sean medios para la felicidad. Un estado, un equilibrio fisiológico, una coyuntura frágil. En realidad, lo que sea.
Porque hay realidades que se conocen sin definir. Como si las razones tuviera algunos límites que el corazón desconoce.
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Elige una frase y mastícala. Si, querido lector. Lo que impresiona no es indiferente, no pasa por nuestra vida sin más esplendor. Lo que impresiona genera conmoción.
Así que podemos ser un poco obsesivos con una idea. Porque en la obsesión a veces está presente el no cejar, el conquistar pese a las complicaciones y escollos.
Nada grande se hace desde lo pequeño. Debemos aprender mucho, por eso la ignorancia es buena: es el auténtico motor para no conformarse, para ir siempre un paso más adelante.
Sócrates, padre de la filosofía como la conocemos, solía dedicar su vida a un solo cometido: enseñarles a las personas, que internalizaran por una buena vez que todos somos ignorantes. Que su craso error era desconocer esa realidad. Por eso fue condenado y por eso fue el más sabio de todos. No era un Dios; fue el mejor de los hombres.