Actualizado 19 junio, 2018
La amistad es un regalo de los dioses, solían decir algunos filósofos ¿A qué se debe esa importancia? ¿Es una cuestión estratégica ante tanto odio e inquina rodeando al mundo? ¿Un cariño que nos emplaza en otro plano? ¿Que nos hace medrar en nuestra existencia como personas? ¿Es una variante de eso que solemos catalogar como felicidad? Sí, seguramente todos esos interrogantes tengan una pizca de verdad, como una especie de rompecabezas que nos otorga la totalidad. La amistad, entonces, es un tesoro que hay que cuidar, pero para cuidar, en un comienzo, hay que desarrollarlo, valorarlo, ponderarlo de manera exacta. A modo de inmiscuirte en ese hermoso mundo, te presentamos imágenes con frases sobre el valor de la amistad y su importancia.
Imágenes con frases sabias sobre la amistad y su importancia
Cuidemos la amistad como lo más preciado que tenemos. Escuchemos las palabras del amigo sean de naturaleza sugerente o simplemente como grito de colaboración, estemos pendientes a sus vicisitudes existenciales, seamos considerados, cariñosos y todo lo que se merezca ese individuo que tanto bien nos hace.
Acá no hay erogaciones al mejor estilo económico o algo por el estilo. La amistad es algo que se siente, eclosiona en las fibras más íntomas, circunda todo nuestro cuerpo y nadie hace algo obligado (por lo menos no debería ser así). El amor, abnegado de índole, hace que estemos eyectados hacia esos individuos que queremos antes de cualquier tipo de reflexión.
El amigo tiene el tacto más sutil de todos. Sutileza en su modo de andar, en lo que sabe que se debe hablar y lo que hay que soslayar de manera inexorable. Él conoce nuestros apetitos, apetencias y hasta las mínimas muecas; es un escrutados de la totalidad del ser que somos.
¿Por qué decimos que el amigo es sutil? Porque justamente posee esa capacidad maravillosa de sacarte adelante cuando el clima es oscuro, el porvenir o la actualidad parecen luctuosas y uno, en medio de todo ese fango, no atina a salir y puede que se enoje con las sugerencias ajenas.
En la vida, al final, solo quedan algunos, muy pocos posiblemente. Es que la vida es esa enorme escuela donde uno considera que progresa en variopintos aspectos y se da cuenta quién sí, quién no y quién, realmente, nunca. Una incorporación de saberes a veces lenta, paulatina e incluso dolorosa; aunque vale la pena, claro está.
Y el amigo siempre se hará ese tiempo para escudar a su ser querido, escucharlo, mas no sea a la distancia. A veces la apoyatura no debe ser en vivo (aunque en ciertas circunstancias es lo ideal), sino lo más importante es saber que se está de todos modos.
El amigo, asimismo, como buen escrutador del alma del prójimo querido, notará tus pequeños cambios, esas modifaciones que tal vez a ojos distraídos pasan totalmente desapercibidas. Es que realmente eso es lo que diferencia a este ser del resto: un amor, una preocupación, determinada empatía, abnegación, conmiseración, una capacidad inauditas de escuchar, atender, estar en absoluta disposición ¡Qué hermosa es la amistad!
Incluso cuando nos perdemos, porque puede acaecer muchas veces eso, el buen amigo sabrá volvernos a traer a buen curso, encauzarnos, de algún modo como el mejor capitán de navío. Solo un perfecto avisorador de almas ajenas puede hacer eso, porque de tanto estar en nuestro interior sabe de sobra qué necesitamos y qué cosas son absolutamente superfluas.
A la larga o a la corta uno culmina tomando una decisión acerca de las amistades. Nos quemos con muchos, de diferentes naturalezas y jerarquías o pasamos por un verdadero tamiz a esos seres que nos suman, pero bajo ciertos preceptos. Acuérdate que en el amor la cantidad importa poco o, mejor dicho, que las matemáticas se distorsionan ¿Por qué? Porque en el amor uno es infinito también.
Un buen amigo no solo querrá tu bien, claro está; sino que te llevará hacia el bien, a las bondades consideradas justamente por todos como tal. Se sabe sobre lo bueno y lo nocivo, por lo menos en la superficialidad y las amistades tiene un poder muy fuerte para destilar cualquier consejo, dar voz de mando a cualquier cosa, realizar preceptos como si nada. Si, hay un enorme componente de responsabilidad en este vínculo.
Nos damos cuenta si inspeccionamos en nuestra alma o andamor hurgando por la mente quiénes nos hacen mejores individuos. A veces no es necesario un debate tan complejo ni una deliberación sin fin. Ya lo sabemos, ya nos conocemos y los caminos son más que diáfanos. El amigo te conecta con ese yo, el mejor de todos, el que medra frente a cualquiera.
El ser humano es increíble: conoce de sobra y abundancia que hay sentimientos y realidades que no se pueden explicar con palabras, que los vocablos quedan más que pequeños o terminan siendo agentes de la distorsión; y, sin embargo, les encarga a estos que den cuenta, por ejemplo, de la amistad. El resultado, de todos modos, es positivo.
La amistad es una clase de amor, quizás el más frecuente, recursivo y extendido de la humanidad. No hay necesidad de estar pegados, porque la perfecta querencia se puede dar con una justa distancia.
Acompañar y no soltar. La amistad sabe de sobra ese precepto, uno de los más importantes con los que cuenta este vínculo.
La amistad es una auténtica tarea a tiempo completo, diría Truman Capote. Sin embargo, hay un error en semejante calificación: no es una tarea, no hay esfuerzo o denuedos porque se siente como el máximo de los placeres. Ahora bien: en el momento que la carga se convierte en algo gravoso, hay muchas cuestiones que se deben plantear.
El amigo no solo es un acompañante en la tristeza y en la diversión; sino también un buen consejero que te llena de hermosos pensamientos. Porque hay una verdad más que ostensible en eso que dicen que dos mentes cavilan mejor que una.
La distancia es un concepto sumamente controvertido en la amistad. No es tan necesaria la contiguidad absoluta, sobre todo cuando la reducimos a lo mero físico. No, realmente la amistad a veces tiene una fortaleza tan grande que puede seguir creciendo sin cercanías, con independencia; pero bien sapiente en lo que vale esa persona que tantas alegrías nos dio, da y dará.
Todo individuo es único e irrepetible, ese es el verdadero fundamento de cualquier humanismo (si entendiéramos eso no podríamos cegar ninguna vida). Sin embargo, el amigo cuenta con un plus en ese precepto, un exceso de importancia, una abundancia de singularidad, una sazón tan propia que solo nos logra conmover hasta las lágrimas.
El tesoro consiste no en su objetividad, sino en los ojos subjetivos y relativos de quien lo aprecia. Llevemos semejante premisa a la amistad y obtendremos enormes bonanzas.
No demos por descontado nunca a la amistad. Si bien es cierto que la cercanía no determinan los vínculos bien fortalecidos, no hay que culminar con ello que poco importa lo que pase, esa persona seguirá estando así. Que no sea una tarea no nos dispensa de preocupaciones, atenciones, escuchas detenidas y cuestiones por el estilo. Cuidemos la amistad, cuidemos ese hermoso tesoro que la vida en su devenir nos otorgó.